Taxonomía Social: Contribuciones sustanciales
La Taxonomía Social es una clasificación cuyo propósito es aportar claridad sobre las actividades que son sostenibles desde el punto de vista social. La Taxonomía Social clasifica estas actividades económicas como socialmente sostenibles o no según su contribución a 3 objetivos sociales:
- Trabajo digno.
- Niveles de vida adecuados y bienestar para los usuarios finales.
- Comunidades y sociedades inclusivas y sostenibles.
La actividad debe contribuir sustancialmente a estos objetivos y, además, no causar un daño significativo sobre ninguno de los demás, de la misma forma que funciona la taxonomía ambiental.
Además, la Taxonomía define diferentes tipos de contribuciones sustanciales:
- Aquellas que se centran en los beneficios sociales adicionales inherentes a la actividad en sí. Sectores que proporcionan bienes y servicios para las necesidades humanas básicas, infraestructura económica básica de relevancia directa para el derecho a un nivel de vida de vida adecuado.
- Aquellas que se enfocan en evitar y abordar los impactos negativos en los trabajadores, los consumidores y las comunidades. Este segundo tipo incluye: salud y seguridad en el trabajo, capacitación de los trabajadores para una transición justa, pago de los salarios pactados en convenios colectivos y asegurar una vida digna al trabajador y su familia.
- Aquellas actividades habilitadoras que permiten que otras actividades brinden beneficios sociales: cuando las actividades económicas tengan el potencial de permitir una reducción de riesgo social en otros sectores.
El último informe de la taxonomía afirma que estos temas necesitan diferentes enfoques para priorizar sectores porque es difícil priorizar que tema es más social que otro, diferentes contribuciones sustanciales y diferentes criterios de DNSH.
Origen de Taxonomía Social
En 2018, fruto del plan de acción de finanzas sostenibles, los reguladores europeos vieron la necesidad que existía en el mercado financiero de desarrollar unas definiciones comunes que aportaran directrices claras sobre actividades económicas sostenibles, entendiendo la sostenibilidad como el campo que aborda el ámbito social, el medioambiental y el de gobernanza. El objetivo era el de aportar claridad a los inversores de manera que efectivamente se consiguiese dirigir el capital hacia actividades más sostenibles.
En un primer momento se desarrolló lo que a nivel común que se conoce como Taxonomía Verde. Esta taxonomía clasifica actividades como medioambientalmente sostenibles en la medida que contribuyen sustancial o potencialmente a uno o varios de los 6 objetivos medioambientales establecidos por la UE para alcanzar el objetivo de descarbonización de 2030 y además no produce un daño significativo sobre cualquiera de los otros cuatro objetivos.
Primero se centró en los dos primeros objetivos:
- Mitigación del cambio climático.
- Adaptación al cambio climático.
La Taxonomía verde ya está embebida en mucha de la regulación de finanzas sostenibles, y recientemente se han lanzado el informe preliminar que desarrolla los cuatro objetivos restantes que quedaron pendientes:
- Uso sostenible y protección de los recursos hídricos y marinos.
- Transición a una economía circular.
- Prevención y control de la contaminación.
- Protección y recuperación de la biodiversidad y los ecosistemas.
El informe de Taxonomía Social actualmente es sólo una guía para orientar a la Comisión Europea en el proceso de elaborar una propuesta para organizar las actividades económicas en la taxonomía según su impacto social. La Comisión analizará ahora este informe y las diferentes recomendaciones dadas para continuar su trabajo sobre la Taxonomía Europea con el objetivo de lanzar un Reglamento.
Pero la verdad es que tiene una cronología dudosa ya que como se basa en principios internacionales, normas y criterios relacionados con aspectos culturales, puede presentar un desarrollo más lento que la relativa a objetivos ambientales.
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